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¡Vamos,que no hay nadie!
Al llegar el buen tiempo se repetía la misma historia...,pasando bastante miedo y con mucho sigilo,nos acercábamos al huerto del Pepo a llevarnos un puñado de cerezas.No nos importaba que todavía estuvieran verdes,lo importante era conseguirlas burlando la vigilancia de los dueños y sabiendo que muchos que lo habían intentado habían acabado en el Ayuntamiento,donde se llevaban un buen estirón de orejas por parte de sus padres.
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