A las nueve de la mañana,Astún llegó a la escuela como todos los días y saludó a la maestra educadamente:
-Buenos días,¿ha descansado usted bien?
Sin esperar respuesta se dirigió a su pupitre y se preparó para trabajar.
-¿Me dejas un lapiz?,dijo su compañera.
-Sí,toma.
Aquel día tocaba clase de urbanidad.
La maestra explicó algunas normas que debían seguir en su aseo personal,después las escribió en la pizarra para que todas las copiaran:
“Lo primero que exige el aseo del cuerpo, es lavarse y peinarse. Por tanto al levantarme por la mañana, después de santiguarme y de dirigir el corazón a Dios, mi primer cuidado será lavarme y peinarme. Me lavaré las manos, y con ellas el antebrazo y la cara y también las orejas y el cuello, para no hacer exhibición de la suciedad, como los que se lavan solamente una parte de la cara.”.
-¿Habéis entendido bien?,les preguntó.
-Sí,señora.
-Pues mañana os miraré las manos y las orejas...,a ver si habéis aprendido la lección.¡Ah,y el cuello!
Al llegar a casa,Astún se lo dijo a su madre.Ésta se enfadó:
-¿Se piensa que vais sucias o qué?
Pero no le quedó otro remedio que preparar el balde... ,mandar a las crías con un pozal cada una a una acequia que pasaba por detrás de la casa,llenarlo... y ponerlo a calentar al sol en el corral.
Cuando el agua estuvo caliente las lavó,restregándoles bien el cuello y las orejas:
-¡Ay!,que me haces mal...,decía Astún.
La tata y la peduga se reían,hasta que les tocó el turno a ellas:
-¡Ayyyyy!
Quedaron limpias y esclarecidas,después les cortó las uñas y listas...,al día siguiente pasaron la revisión satisfactoriamente, siendo felicitadas por la maestra.